viernes, 30 de diciembre de 2011

Somos respirados por Dios

Ahora sólo tengo que escribir las palabras que resuenan en el interior de mi mente. Por ejemplo: escucho YO SOY UN HIJO DE DIOS. Todos podemos serlo. ¿Cómo? Reconozcamos en el centro de nuestro Corazón existe un NÚCLEO SAGRADO de PAZ, ARMONÍA, DICHA, ALEGRÍA. Aprendamos a sintonizarnos con él. ¿Cómo? Dejemos de sintonizarnos/apegarnos a todo lo que sucede en nuestro mundo exterior. Busquemos un lugar tranquilo en la naturaleza o en un lugar de nuestra casa, paremos las actividades cotidianas y respiremos. Hagámonos conscientes de nuestra respiración, pongamos la atención en ella. Tras unas respiraciones profundas, dejemos que ésta se produzca lo más natural posible, inconscientemente, imaginemos que SOMOS RESPIRADOS POR DIOS, por el Amor o como prefiramos llamarlo. Puede que de repente nuestro cuerpo se ponga a respirar profundamente. Abrámonos a la energía, percibámosla, sintamos desde el corazón la dicha que este simple ejercicio puede proporcionarnos.
Si hay alguna emoción o sentimiento bloqueándola, sintámoslos, aceptémoslos y entreguémoslo todo al Amor Superior que todo lo sana. En este caso, invoquemos las energías superiores del Amor y del Perdón. Éste último no desde un punto de vista personal como nos ha enseñado erróneamente la religión, sino como una energía poderosa de carácter superior que cuando nos abrimos a ella es capaz de sanar y transmutar toda energía emocional de baja vibración.